Gabriele Boiselle siente amor apasionado por los caballos. Sus imágenes no son triviales, pero capturan el alma misma de estas criaturas extraordinariamente sensibles que exudan una energía poderosa y salvaje y la gracia sin igual y la nobleza. El lector se une al autor-fotógrafo en el intento sumamente gratificante pero siempre difícil de capturar en la película la poesía y la belleza que irradian los caballos, así como las profundas emociones que transmiten.